miércoles, 12 de abril de 2017

Batman (1966)

¡Muy buenas, manteros (en el buen sentido de la palabra, claro está)!

Hoy es un día especial para mí (quien me conozca sabe porqué), así que la entrada de hoy tiene que ser especial también. Es por esto que hoy esta entrada tiene una especial dedicatoria.

Comencemos sin más preámbulos, que el tiempo apremia.

Mis primeros recuerdos sobre Batman son los de la serie de televisión, que echaban todas las tardes, si mal no recuerdo. Esto yo no lo sabía. Sin embargo, recuerdo que los actores eran los mismos: Adam West (Batman/Bruce Wayne) y Burt Ward (Robin/Robin).




Antes de ver esta indescriptible película, yo ya sabía de antemano que me iba a reír ya que vigilandoelcielo me advirtió de ello. No solo me iba a reír por lo cómico de la filmación, que también, sino por lo absurdo de algunas escenas y del guión en algunas ocasiones, que no dan lugar a otra cosa que no sea reír. Bueno, sí: también tienes la opción de tirarte de los pelos, pero yo prefiero optar por la primera posibilidad (mucho más agradable, no cabe ninguna duda).

Resulta que la trama se desarrolla en la ciudad de Gotham (no podía ser de otra manera, ya que nuestros protagonistas viven allí). ¿Dónde está esta población? Ni pajolera idea (es un nombre ficticio) pero resulta que tiene mar. Este dato es importante porque el argumento se centra en el rapto de un barco capitaneado por un comodoro inglés, que vive en su burbuja particular y no se entera de la misa la media pero todas las tardes a las cinco en punto pide el té. ¿Cómo sabemos que lo han raptado? Pues porque nuestros queridos y cómicos amigos van a intentar ayudarles a llegar a puerto. Y es que la cosa se queda en eso: en intento. Los alcanzan, o eso creen, en el bat-cóptero (paralizan el tráfico áereo normal del aeropuerto (ni que Gotham fuera Barcelona) para que ellos lleguen en su bat-móvil, lo dejen a los pies del otro transporte y salgan volando, literalmente). Cuando llegan a su altura, Robin arroja la bat-escalera y Bat-man baja por ella. En ese momento, el barco desaparece por arte de magia pero también por arte de "badibirloque" aparece un tiburón (por llamarlo de alguna manera) que se enzarza con el superhéroe y se engancha, no se sabe muy bien cómo, en el artilugio. ¿Tenéis la imagen en la mente? ¿No? No pasa nada: aquí la tenéis.



 Pues bien, Batman se deshace de él gracias al "bat-spray" antitiburones que Robin, muy valientemente, le baja por la escalera. Y digo muy valientemente porque durante ese tiempo no hay nadie que pilote el bat-coptero pero este se mantiene ahí, sin dar tumbos... ¡Hala! Ahí es nada...

Tras este pequeño incidente con la "sardina", como dice Robin, les toca dar parte a la policía. La cara de los cuatro personajes que intervienen en esta escena tratando de averiguar quién puede estar detrás del secuestro del barco es todo un poema. Aquí lo tenéis.






Pero lo mejor de todo es cómo llegan a la conclusión de que los responsables son los cuatro supervillanos: Catwoman, Joker, Penguin y Acertijos (o como yo lo conozco, Enigma). No os voy a contar el periplo de deducciones porque os espoilearía, pero es digno de ver, oír y... tirarse de los pelos o troncharse de risa (a elección de cada uno).


A todo esto, ¿para qué raptan el barco estos cuatro? Pues lo hacen porque saben que en la embarcación se transporta un invento. Pero los tontos estos no conocen de qué se trata hasta que el comodoro se lo cuenta (más tonto aún) al Joker pensando que es un camarero. ¿Un camarero? ¿En su barco? ¿Acaso recuerda haberlo contratado? En fin, no comento más esta escena porque me vuelvo tarumba yo también.


Una vez que ya han descubierto de qué invento se trata, me asalta una duda: ¿cómo diablos aprenden a utilizarlo (porque lo utilizan) si están a unos cuantos metros de profundidad y no hay Internet? Pues nos quedamos con la duda.

Mientras esto sucede en las profundidades, en la super-ficie, los super-héroes continúan con sus investigaciones. Para ello se acercan al puerto y tras un duro trabajo, deciden que necesitan hablar con la policía. Suben al coche (estaban en la claraboya donde la sardina atacó a Batman) y llaman por teléfono. Era el único automóvil que tenía teléfono incorporado en aquella época....

Uno trabajando y los demás, mirando.

 Finalmente, conseguimos descubrir que los cuatro malvados han unido sus fuerzas para aniquilar a Batman y Robin y así dominar el mundo a sus anchas. Bueno, esto nuevo tampoco es. Lo nuevo es cómo quieren deshacerse de ellos y dominar el mundo.

Para lo primero, raptan al multimillonario Bruce Wayne para que Batman acuda en su rescate (¡ilusos!). Para lo segundo, necesitan el invento que el comodoro transportaba en su barco. Pero vayamos por partes.

El rapto de Bruce no se resuelve según lo esperado por nadie. Él mismo se las ingenia para conseguir escapar. De este modo averigua dónde se refugian y esconden los malvados. Esto es importante porque al cabo del tiempo, vuelve como Batman y acompañado por su pupilo. ¿Para qué vuelve? ¿No está claro?¿No es obvio? ¡Para detenerles en su maquiavélico plan y no puedan llevarlo a cabo! Y es aquí donde reviví mi adolescencia: surge un enfrentamiento en el que no faltan las características onomatopeyas de las peleas de Batman. Los ojos como platos y con chiribitas. Carcajada tras carcajada.


Este tipo de onomatopeyas son las que salen en la película y en la serie, pero con los personajes de carne y hueso.


La pelea acaba y, como siempre, los malos han conseguido escabullirse entre la multitud, el caos y golpe y golpe. Allí solo quedan los pringaos de turno en el suelo más contusionados que heridos en el orgullo y nuestros amigos. ¿Van a ir a buscar a Acertijos, Catwoman, Joker y Penguin? Pues parece lo más lógico, ¿verdad? Precisamente por eso, no lo hacen. En su lugar, se meten en la guarida y sacan una bomba. Robin desaparece de escena y nos encontramos a Batman corriendo por todo el puerto con la bomba en la cabeza intentando deshacerse de ella. Al loro con la situación. Cada lugar al que va pensando en que puede dejar o arrojar la bomba para que explote, se le tuerce porque ocurre algo bonito y no quiere estropearlo. Hay un momento especialmente curioso: unas monjas paseando y charlando tranquilamente detrás de Batman, que va corriendo con la bomba en la cabeza (y que la bomba no acaba de explotar nunca, ¡oye! ¡Qué mecha más larga!). Pero que las señoras con hábito ni se inmutan: un hombre con mallas, calzoncillos por fuera, máscara y capa corriendo por la calle (solo con esto ya a todas las hermanas de un convento entero les habría dado un infarto fulminante) portando una bomba (de carton-piedra, eso sí), a punto de explotar, en la cabeza. Lo mejor de toda esta escena es lo que dice Batman: "Hay días en los que uno no sabe cómo deshacerse de una bomba". ¿¿Perdona??


Finalizado el periplo de la bomba interminable, Robin reaparece y le cuenta a su maestro lo que los villanos pretenden hacer con el invento sustraído del barco y dónde: borrar del mapa a los líderes mundiales reunidos en la sede de la ONU, que, mira tú por dónde, está en Gotham. Y para más casualidad, a unas cuantas manzanas del puerto. Como Batman no ha corrido lo suficiente, decide que para qué van a coger el bat-móvil si, total, la sede está al lado, que van a tardar menos corriendo. Pues, hala: a correr (un rato largo además, por cierto).



Consiguen llegar a la sede y encontrarse con los cuatro, pero ya es tarde porque ellos se marchan habiendo conseguido su propósito. Sin embargo, los buenos logran localizarlos en la bat-lancha y conseguir los polvos que necesitan para resolver el desaguisado formado. ¡Ay, madre: los polvos se han mezclado! ¡Qué desastre! Pues les toca a ellos separarlos con una maquinita especial que poseen en la bat-cueva. Objetivo conseguido. ¡¡¡¡Bieeeeeeeeeeeeeeeen!!!! Pues volvamos a la sede de la ONU para restaurar a los líderes mundiales y finjamos que aquí no ha pasado nada. Pero, ¡ups!, algo ha pasado. Se ha liado parda. Como eso ya no es de su competencia, Batman y robin deciden escabullirse... Y qué mejor modo de hacerlo que por la ventana. ¿Para qué hacerlo por la puerta? Hombre, por la puerta no pueden usar la bat-cuerda....



Hasta aquí la reseña de hoy. Pero no me puedo despedir sin hacer dos cosas. Una es rendir un pequeño y minúsculo homenaje a mi personaje favorito de la serie.



La otra es deciros que si después de haber estado leyendo durante tanto tiempo, os siguen quedando ganas de leer y vuestra curiosidad os lo permite, podéis enteraros de las anécdotas de este largometraje en vigilandoelcielo. Tiene una forma muy divertida de contarlo y no os dejará indiferentes.

¡Ah! Cuando veáis la peli, no os olvidéis de la bat-mantita.

Nos leemos en la próxima.

3 comentarios:

  1. Veo que te ha encantado tanto como a mí!!!!!
    Lo que está claro es que esta peli cumple a la perfección su objetivo: entretener. No me digas que la escena de la bomba no es sublime (ver correr a Adam West no tiene precio) o la del tiburón o... TODAS!!!
    Muuuuchas gracias por acordarte de mí!!!! ¿Para cuándo la próxima?
    PD: Un CUAAAAAAAAAAAK muy fuerte y especial en este día para ti...

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  2. Siiiiiii. Esta peli es brutal. Su objetivo no es solo entretener sino también divertir. Para mí, la mejor escena es la de la bomba: tronchante. Pero el final es ya de traca valenciana.
    Muchas gracias por el comentario y por el CUUUUUAAAAAAAAAKKKKK, que ya lo traduzco yo (jiji).

    La próxima para cuanto antes, pero sin presión, por favor, que me aturullo.

    Nos leemos!!!

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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